Estaba ella dentro de un círculo de extraños que aprenderían el arte de dar el dulce y sutil, o el desenfrenado y apasionado sabor de un beso.
Pasó el primero, ella cerró los ojos e imaginó que aquel que estaba frente a sus labios intentando hacerle sentir, no era más que una especie de fantasma que se pegaba como melcocha a sus labios inertes. !pero qué pasaba, ella no reaccionaba!
No fue hasta el quinto participante, ese de piel apiñonada y ojos que expresaban la pasión desbordante por esa boca que sería su lugar de llegada, debajo de sus tupidas cejas, que ella sintió y abrió los ojos para cerciorarse que ese sabor tan peculiar correspondía a la cara que ella imaginaba. ¿su nombre? César.
Terminando su participación, la cual duraba apenas unos segundos, César dio la vuelta para dirigirse al panel donde le esperaría la decisión tomada por ella, una vez que finalizara con el último de sus adversarios.
Mientras tanto, seguía uno tras otro, participante tras participante, sin lograr captar siquiera un poco de su atención.
Llegó entonces un hombre de aproximadamente unos 45 años, no era un modelo, pero sí muy varonil y apuesto, quien se notaba conocía bastante del tema.
Comenzó a mostrar sus dotes de besador profesional. Ella casi se logra cautivar, entreabriendo sus labios e inclinando su cuerpo hacia él, lográndosele escapar un leve suspiro, el suspiro que le hace coartar la respiración, el suspiro que delata el inicio de la seducción...
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