16.10.12

Y tú que me crees...y yo que no aprendo

Aprendemos a mentir, a veces para no lastimar, pero a veces para no ser lastimados, repetimos el patrón y puede ser que hasta creamos lo que estamos diciendo.

Lo peor es esto último: cuando mentimos para que no salgamos heridos, mentir sobre que no te causó mella algún hecho subrayado en amarillo en tu mente, pero tachado en negro en tus propias palabras. Hacer parecer poco importante algo que en realidad te importa. La risa tonta que delatan a los nervios, que quien no me conozca pensará que es una burla, pero en realidad es que la situación me rebasa y no sé que decir, y entonces...a veces hiero... y lo siento, de verdad lo siento...y me importas...¡Mucho!, y entonces, cuando pienso y repaso mentalmente la emoción que inicia con una sonrisa, termina con una frustración de pérdida de tiempo en mis palabras hasta cierto punto con un filo que no conduce a nada más que a un reproche disfrazado de "buena voluntad".

Y no soy buena, y lo sé, y una vez más se siente mal mentir, se siente mal mentirme...es como olvidar la letra de tu canción favorita, es ese sentimiento que invade durante el día, que me pone peor.

Y sí, trato de flotar, pero en ese tratar ahogo a quien se asome para aventarme algún salvavidas...por eso lo siento, haré lo mejor posible al día siguiente.

Cuarto para las doce y te digo ahora: Te quiero.

Me haré responsable de mi mitad. Tomaré lo mejor y entonces continuaré, respetaré y abrazaré a cada uno de los Te quieros sinceros.


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